DANIEL ZOVARRO / ROGELIO NÚÑEZ 08/01/2011
En América Latina, 2010 ha sido un año apasionante en términos electorales. No solo por el elevado número de comicios sino porque varios de ellos tuvieron una significación especial: Chile puso fin a 20 años de Gobiernos de la Concertación; en Colombia se produjo el fin de la época de Álvaro Uribe y la de Lula da Silva en Brasil, y las legislativas de Venezuela mostraron un importante avance de la oposición frente al chavismo. Haití, por su parte, celebró elecciones presidenciales sin que ningún candidato lograra ganar en la primera ronda. El próximo mandatario deberá ser electo en una segunda vuelta, prevista para los primeros meses de 2011, entre el oficialista Jude Celestin y la opositora y ex primera dama Mirlande Manigat.
Estas citas se inscriben dentro de la nueva ola de elecciones que dio inicio en 2009 y que culminará en 2012. Durante este periodo, todos los países (salvo Paraguay, cuya elección presidencial será en 2013) celebrarán elecciones presidenciales y legislativas.
El comportamiento del electorado fue pragmático y moderado: eludió opciones radicales y optó por la continuidad que garantizaba estabilidad y progreso económico. Este comportamiento electoral que da preferencia a las opciones de centro se vio favorecido por el buen momento económico que vive América Latina y el crecimiento de la clase media. Si en 2009 Latinoamérica experimentó una caída del PIB cercano al 2%, para 2010 se prevé un crecimiento en torno al 5,5% y en 2011 entre el 3% y 4%, según los informes de la CEPAL y el FMI.
Los comicios de 2010 deben verse en perspectiva, considerando lo ocurrido en 2009, año que se caracterizó por una América Latina heterogénea políticamente, donde cabe destacar las siguientes dos tendencias: 1) Fortalecimiento de las opciones de "izquierda" (reelecciones de Rafael Correa en Ecuador y de Evo Morales en Bolivia, victorias de José Mujica en Uruguay, de Mauricio Funes en El Salvador y de Hugo Chávez en el referéndum), a las cuales se le sumó en 2010 la victoria de Dilma Rousseff. 2) Avance de las alternativas de centroderecha y centro (Ricardo Martinelli en Panamá y Porfirio Lobo en Honduras), que continuó en 2010 con los triunfos de Sebastián Piñera en Chile, de Juan Manuel Santos en Colombia y de Laura Chinchilla en Costa Rica. Sin embargo, debemos ser cuidadosos y evitar hacer generalizaciones, que solo conducen a equívocos.
Si bien en 2010 no hubo reeleccionismo, como en 2009, la tendencia principal fue el continuismo. Los candidatos oficialistas (Santos en Colombia, Chinchilla en Costa Rica y Rousseff en Brasil) apoyados por los presidentes en ejercicio (Uribe en Colombia, Arias en Costa Rica y Lula en Brasil) acabaron ganando las presidenciales. Chile fue el único país donde se produjo la alternancia en el poder, pues la centroderecha encabezada por Sebastián Piñera volvió al Palacio de la Moneda después de 50 años, tras dos décadas de Gobiernos de la Concertación.
En cuanto a tendencias, en 2010 la región se inclinó claramente hacia opciones de centro: tanto de centroderecha (Piñera en Chile, Santos en Colombia, avance opositor en Venezuela), como de centro (Chinchilla en Costa Rica o el PLD en República Dominicana) así como de centro izquierda (Rousseff en Brasil). En la mayoría de los casos, estos nuevos Gobiernos contarán con mayoría suficiente en sus Parlamentos (Hugo Chávez, Leonel Fernández y Juan Manuel Santos obtuvieron mayorías absolutas), si bien es cierto que Santos lidera una coalición de fuerzas muy heterogénea que controla casi el 80% del Congreso y que Chávez no logró su objetivo de alcanzar los dos tercios de los escaños. En Chile, por el contrario, el Gobierno de Piñera no cuenta con mayoría suficiente en ambas Cámaras por lo que deberá pactar con la Concertación o con grupos minoritarios. Lo mismo sucede con Chinchilla en Costa Rica, que ha tenido que alcanzar acuerdos con los grupos opositores. Rousseff, en Brasil, tendrá una cómoda mayoría, ya que la coalición que la respalda aumentó su representación en el Senado y el Congreso. Además, tendrá el apoyo de 16 de 27 gobernadores. Sus desafíos vendrán probablemente de su propia coalición.
La inseguridad se ha consolidado como tema central de las elecciones en América Latina, lo cual no es de extrañar en una región que con el 8,5% de la población mundial registra el 27% de los homicidios a nivel global.
Por último, parecería que en algunos países se perfila un nuevo fenómeno político (encarnado en Chile por Marco Enríquez-Ominami, en Colombia por Antanas Mockus y en Brasil por Marina Silva) que persigue la renovación del sistema político y rechaza las maquinarias partidistas que se muestran incapaces de captar a los nuevos sectores de votantes.
En tanto la buena marcha de la economía en América Latina aportaba pragmatismo, moderación y preferencia por opciones de centro, y ayudaba al continuismo (sin reelección), en Estados Unidos el presidente Obama sufría, en las elecciones de medio periodo del pasado mes de noviembre, un serio revés como consecuencia de la crisis económica que aún tiene sin empleo a casi el 10% de la población económicamente activa.
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