Saturday, November 15, 2008

Panameños mueren por causas prevenibles

urania cecilia molina
umolina@prensa.com

El sedentarismo y el consumo de comidas ricas en grasas saturadas están afectando la salud de los panameños.

Datos del Ministerio de Salud indican que el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes son las principales causas de muerte en el país. Estas son enfermedades, en muchos casos, prevenibles.

Malos hábitos que acortan la vida

Unas 4 mil personas murieron en 2006 en Panamá por causas relacionadas con las enfermedades cardiovasculares, según datos del Ministerio de Salud (Minsa).

El cáncer es, según estos mismos registros, la primera causa de muerte en el país.

Considerada la “epidemia silenciosa de la globalización”, la diabetes es, por su lado, la quinta causa de muerte en el país. En el mundo afecta a unas 230 millones de personas.

Con tendencia al aumento en todo el mundo –y Panamá no es la excepción– tanto las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y hasta el cáncer son condiciones que se pueden prevenir pero, como dice la directora de Promoción de la Salud del Minsa, Mayanín Rodríguez, la población hace poco o nada para evitarlas. “No tienen cultura de prevención”, sentenció la funcionaria.

Es que los panameños, explicó, acuden a las redes primarias de atención (centros de salud, unidades de atención local y policlínicas de la Caja de Seguro Social) solo cuando ya están enfermos.

Pero en estas instalaciones, detalló la funcionaria, existen programas tendientes a prevenir las enfermedades, pero muy pocas personas los conocen.

¿Qué nos está matando? Los panameños, dijo Rodríguez, rechazan las comidas nutritivas y prefieren los alimentos ricos en carbohidratos y saturados en grasas.

También optan por sentarse a ver televisión o a practicar juegos de videos, en vez de ir a un parque a caminar o a trotar.

Por esto es que, cada vez con mayor frecuencia, se encuentran jóvenes de entre 28 y 30 años que ya sufren de hipertensión arterial.

Obama y los latinos

Sergio Muñoz Bata

Superando las inevitables tensiones raciales que surgen del roce cotidiano en los barrios, las escuelas secundarias y en los centros de trabajo, los latinos fueron a las urnas este 4 de noviembre y dos tercios de ellos votaron a favor de Barack Obama. Visto en términos de porcentajes y números absolutos se podría argumentar que su contribución al triunfo de Obama fue marginal. Solo votaron unos 10 millones de los más de 122 millones de personas que sufragaron en esta elección.

Quedarse en este nivel del análisis, sin embargo, sería un grave error, porque esta interpretación no considera las peculiares características del sistema electoral norteamericano. En este país las elecciones las gana no quien recibe mayor número de votos sino quien supera los 270 votos en el Colegio Electoral. Un mecanismo que consta de 538 electores que representan la suma de dos senadores por cada estado más el equivalente al número de representantes de cada estado al Congreso. California tiene 55; Texas, 34; Nueva York, 31; la Florida, 27; Illinois y Pennsylvania, 21. Alaska, Delaware, Montana, Dakota del Norte y Dakota del Sur, y Wyoming solo tienen 3 delegados. Washington D.C. tiene 3 electores.

Dentro de este sistema, la importancia de estados sólidamente demócratas como California, Nueva York e Illinois, o de estados dominados por los republicanos como Texas, Georgia y Utah es relativa. De hecho, la elección presidencial se decide en los estados cuyas preferencias fluctúan entre ambos partidos.

La batalla electoral de 2008 se centró en un puñado de estados como Ohio con 20 votos electorales, Indiana con 11 o la Florida con 27 y dentro de este escenario, el voto latino cumplió con el objetivo fundamental de la estrategia de Obama de servir para inclinar el fiel de la balanza en ciertos estados clave. En Nuevo México, Nevada y Colorado, por ejemplo, fueron protagonistas “porque ahí”, dice Antonio González, presidente del instituto de investigación William C. Velásquez, “es indudable que el voto de los latinos le dio el margen de victoria a Obama”.

“En la Florida”, señala el analista Sergio Bendixen, “el caso es todavía más dramático porque en 2004 favoreció a George W. Bush 56–44, y ahora prefirió a Obama 57–42. Esto fue posible porque se dieron tres cambios drásticos en esta elección. Mientras que en 2004, 6 de cada 10 cubanos votaron por Bush, en 2008 solo 4 de cada 10 votaron por John MCCain. Ahora, el 60% del voto latino lo emitió una especie de coalición latinoamericana formada por portorriqueños, sudamericanos, dominicanos y centroamericanos que en un 70% votó por Obama. Además, en esta ocasión el peso del voto cubano disminuyó porque los cubano-americanos nacidos en EU votaron 3x2 por Obama”.

Otros analistas han sugerido que el voto latino fue clave en estados como Indiana y Carolina del Norte, donde a pesar de tener poca presencia, 4% y 3% de los votantes respectivamente, incidieron en la elección porque la diferencia del voto no latino entre ambos candidatos representaba menos del 1%.

Obama ganó el voto electoral de manera abrumadora. Hasta ahora lleva 364 votos contra 162 de McCain y 12 aún sin decidir. También ganó el voto popular con una ventaja de más de ocho millones de sufragios. Las encuestas de salida muestran que para los latinos, al igual que para la mayoría de los votantes, el deterioro de la economía fue la principal razón para votar por el cambio. Pero los latinos tenían otra razón para repudiar a los republicanos: sus posturas anti–inmigrantes.

“El Partido Republicano no podrá reconstituir su imagen si persiste en su sentimiento xenofóbico”, comentó Cecilia Muñoz, vicepresidente del Concilio Nacional de la Raza, “pero el partido demócrata no puede dormirse en sus laureles. Tiene que mostrar resultados concretos, sobre todo a quienes por primera vez le favorecieron con su voto”.

Colombia: del 'Jaque' a los falsos positivos

Ángel Ricardo Martínez

armartinezbenoit@gmail.com

Hace poco más de 4 meses, el 2 de Julio, el ejército colombiano llevó a cabo la Operación Jaque. La ex candidata presidencial Ingrid Bethancourt y 14 personas más fueron rescatadas de manos de las FARC. La espectacular operación generó apasionados elogios a nivel mundial hacia el ejército y el Gobierno colombianos. El presidente Álvaro Uribe llegó a alcanzar un 92% de popularidad y su segunda reelección era casi un hecho. El ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, recibía panegíricos provenientes de todas las latitudes e inclusive se le veía como el sucesor natural de Uribe en caso de que éste decidiera no ir por un tercer mandato. Por último, el comandante del ejército, Mario Montoya, alcanzaba la gloria militar tras liderar la operación más exitosa de la historia colombiana. La operación fue un éxito hasta para el entonces candidato presidencial en EEUU, John McCain. El senador, que se encontraba de visita ese día en Colombia, vio en directo los frutos de su incondicional apoyo al Plan Colombia. Antes de irse, McCain aseguró a Uribe que bajo su Gobierno, el TLC estaba más que garantizado.

Pero no todos fueron elogios. Una gran cantidad de personalidades y medios de comunicación se encargaron de resaltar algunos aspectos “extraños” de la operación, entre ellos el uso fraudulento del nombre de la Cruz Roja y el aprovechamiento por parte del ejército colombiano de un trato pactado con anterioridad entre las FARC y dos diplomáticos europeos. La agencia IPS, en un reporte titulado “El General al que se abrazó Ingrid”, llamó la atención, entre otras cosas, sobre “el hallazgo en 2007 de una fosa común en el departamento de Putumayo, con restos de más de 100 víctimas asesinadas durante el mismo período en que Montoya lideró la Fuerza de Tarea Conjunta del Sur (Joint Task Force South)”. En aquellos gloriosos momentos, esas víctimas halladas en Putumayo eran consideradas por el Gobierno como “guerrilleros vestidos de civil”.

Cuatro meses han pasado, y una serie de eventos negativos para el Gobierno colombiano han cambiado el panorama por completo. Primero fue el enfrentamiento del presidente con su propio órgano judicial, un asunto que muchos entendieron como un intento de proteger a muchos personajes cercanos a Uribe que tenían demostrados nexos con grupos paramilitares. El 16 de octubre, la organización internacional Human Rights Watch publicó un informe en el que –coincidencia o no— acusó al Gobierno de “obstaculizar la justicia”. Semanas después, el 28 de octubre, el otro gigante de los derechos humanos, Amnistía Internacional, se sumaba a HRW y reportaba que “la impunidad sigue siendo la norma en la mayoría de los casos de abusos a los DDHH” y pedía a EEUU y otros países que “suspendan la ayuda militar a Colombia hasta que contenga un aumento en las muertes de civiles cometidas por las fuerzas de seguridad”. Uribe se pasó el mes de octubre descalificando a estas organizaciones, llegando a decir que a José Miguel Vivanco, director para América de HRW, “le habían perdido el respeto en Colombia hace tiempo” y que Amnistía Internacional no era “nadie para darle lecciones de derechos humanos” a él. Una semana después, Barack Obama –crítico del TLC con Colombia precisamente por las violaciones a los derechos humanos— dejaba KO a John McCain en las elecciones de EEUU. Quizá entonces Uribe, Santos y compañía se empezaron a preocupar.

Hoy, víctimas como las encontradas en 2007 en Putumayo son conocidas como “falsos positivos”: asesinatos de civiles inocentes que luego se hacen pasar por guerrilleros. El esćandalo que ha generado el hallazgo de los cadáveres de unos jóvenes que habían desaparecido en la localidad de Soacha, afueras de Bogotá y que habían sido reportados como guerrilleros ya ha alcanzado a casi una treintena de oficiales del ejército –entre ellos tres Generales—, que fueron destituidos el 29 de octubre, y al mismísimo General Montoya –el héroes de la Operación Jaque— que presentó su renuncia hace poco más de una semana. Horas después de su renuncia, la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU (cuyo presidente es Joe Biden, vicepresidente electo) determinó que el Plan Colombia fracasó en algunos de sus objetivos. La BBC reportó que “el objetivo de reducir el cultivo, procesamiento y distribución de drogas ilegales (...) no se logró completamente”. Sin embargo, el Senado norteamericano reconoció que Colombia “mejoró su clima de seguridad”.

¿Porqué recurrir a falsos positivos? En una columna para la revista Semana, el periodista Juan Diego Restrepo lo explica bastante bien al decir que “las guarniciones militares (...) fueron formadas (...) para presentar resultados en la guerra. Y justo una de las estrategias para lograrlo es recurrir a las ejecuciones extrajudiciales y mostrar avances operacionales satisfactorios en su lucha contra las guerrillas”. Son precisamente esos “resultados” los que permiten al Senado norteamericano concluir que Colombia “mejoró su clima de seguridad” y así aprobar los más de 500 millones de dólares anuales que recibe el país de parte de EEUU. Sí, los números son fríos.

Por otro lado, los falsos positivos se dan en todas las guerras. En Afganistán, por ejemplo, se les llama “talibanes”; en Irak simplemente “insurgentes”. En Palestina son “militantes” y “terroristas”. Lo que hace que el caso colombiano sea sui generis es, sin duda, que los asesinatos son perpetrados por el ejército contra aquellas personas a las que se supone debe defender: sus inocentes compatriotas. Extraño y macabro el círculo vicioso del Gobierno y las Fuerzas Armadas colombianas que les lleva a asesinar a civiles para presentar unos resultados que permitirán una ayuda económica y militar supuestamente destinada para proteger a esos mismos civiles.

Hasta ahora, como afirma Restrepo, cualquier cuestionamiento de las fuerzas públicas era descartado por Uribe diciendo que esos informes “adelantaban una guerra jurídica para favorecer a la guerrilla o que las personas asesinadas eran guerrilleros vestidos de civil”. Llama poderosamente la atención que el cambio en la actitud de Uribe coincide con la condena de dos organizaciones internacionales de derechos humanos y –por encima de todo-- con la elección de Barack Obama como nuevo presidente de EEUU.

La BBC, que aseguró que “el informe se da a conocer en medio de un clima favorable a la reducción de la ayuda económica a Colombia”, reportó también que el ministro de Defensa Juan Manuel Santos “está dispuesto a ir a Washington para defender el Plan Colombia con el equipo de Barack Obama”. A día de hoy, defender el Plan Colombia y lograr la aprobación del TLC parecen tareas más complicadas que nunca.

Barack Hussein Obama –presidente

I. Roberto Eisenmann, Jr.
opinion@prensa.com

Un chombito con un nombre impronunciable para los norteamericanos, con un segundo nombre Hussein, en momentos de la descabella guerra contra el terror, nacido en Hawai, criado parcialmente en Indonesia, con sólo 47 años y una cortísima carrera política, ha salido de la nada, ha desafiado a una familia política cuasi–real de apellido Clinton, sin un real, sin apoyo económico de los grupos económicos… o sea, sin venderse… logra una tesorería de campaña de 600 millones dejando tachuela al candidato del partido tradicional de los ricachones, con un mensaje claro, coherente y consistente de inclusión y promesa… y ha ganado en forma contundente las elecciones en los Estados Unidos de América… y sin duda en el mundo entero.

El mismo pueblo que eligió (en forma poco clara) y reeligió a un “hijo de papá” –cuyo único viaje fuera de las fronteras de Estados Unidos en el momento de su elección había sido a Tijuana y que ha hecho un gobierno de miedo, terror, de guerras basadas en mentiras flagrantes, de desprestigio total en el mundo– ahora corrige radicalmente el rumbo y a la vez rompe y se libera del racismo, eligiendo a Barack Hussein Obama.

El nuevo Presidente inició la transición con fuerza, vigor y haciendo uso de las mentes más preclaras de la élite política y financiera del país.

En el mundo, los simpatizantes del pueblo norteamericano están de fiesta, los que resentían las barbaridades de “W” también lo están; incluso los que viven de mantener latente al “enemigo del Imperio” han hecho manifestaciones que van desde lo neutro a la velada esperanza. Jamás una elección en EU ha creado tanto entusiasmo y tanta expectativa.

Estados Unidos es tan grande y tan burocratizado que el esperado cambio siempre demorará más tiempo que el anhelado por la lógica impaciencia de los votantes. Los problemas que enfrenta el novel Presidente son gigantescos: la crisis financiera mayor de los últimos 100 años y –para reconclavar– inédita; nadie sabe todavía cómo resolverla, debido a que no es una crisis “de crédito” (que está trancado) sino una “de deuda”.

Por más que aflojan el crédito, nadie tiene capacidad de asumir deuda adicional. Recibe el gobierno con un planeta en peligro y una recesión con visos de volverse Depresión… y un déficit federal de 750 “billones” de dólares tan solo en el año 2009. Además, tiene que salir de dos guerras en forma racional, eliminar a Bin Laden, iniciar la solución del problema cubano (los jóvenes de la familia del exilio en Miami votaron por él)… y readquirir el respeto y admiración del mundo, aprovechando el impacto emocional de su elección.

Hay cosas complicadas y demoradas como la de la reforma fiscal, pero para resolverlas tiene una renovada mayoría legislativa. Hay otras que puede decidir de una vez, como por ejemplo cerrar la prisión de Guantánamo, decretar una prohibición de cualquier método de tortura, desmilitarizar la política exterior de la nación (cosa que aplaudiríamos los panameños). Sin embargo hay, en toda acción pendular en exceso positiva, peligros que podrían ponerle un frenazo a la fiesta; el más obvio es la acción de algún loco en un país con una trágica historia de asesinatos de sus líderes muy populares… ¡rogamos que esto no vaya a ocurrir!

Previendo esa posibilidad Obama demostró responsabilidad al escoger a un vicepresidente altamente capacitado para sustituirlo en caso de que ocurriera lo peor.

La otra, menos obvia, es que cuando las expectativas son tan exageradamente altas –como lo son con esta histórica elección– la desilusión es casi igualmente exagerada aunque no haya razones que la ameriten; su discurso de aceptación nos indicó que Obama tiene esto presente. No pidió celebración, no le dijo al pueblo que saliera “a comprar”, sino que a –la Churchill– le dijo que tendrá que afrontar sacrificios.

Finalizo felicitando con un abrazo sentido y solidario a todos y cada uno de los norteamericanos hayan votado o no por Obama. Han ofrecido al mundo un ejemplo de democracia que es esperanzadora e inspiradora.

Tocqueville escribió alguna vez “la democracia abandona a sus instintos salvajes”… así ha sido… y esto cambiará al mundo.