Saturday, April 10, 2010

Desaparece bosque urbano

KEMY LOO PINZÓN
kloo@prensa.com

Los exuberantes bosques que las ciudades de Panamá y Colón heredaron como parte del proceso de reversión del Canal están perdiendo la guerra.

La voracidad del desarrollo urbanístico y económico, la violación a los planes de ordenamiento territorial existentes, y la ausencia de programas de desarrollo sostenible son la causa de esta situación. Así lo sostienen grupos ambientalistas, arquitectos y urbanistas que alzan su voz en momentos que en Estados Unidos o Alemania, por poner solo dos ejemplos, se lucha por gestionar espacios verdes entre las moles de concreto en que se han convertido las ciudades.

Carlos Gómez, jefe de Forestal de la Autoridad Nacional del Ambiente (Anam), define un bosque urbano como aquel que se localiza en un área urbana y cumple con la función de evitar la erosión y oxigenar las áreas aledañas. Se incluyen en esta categoría los jardines, reductos verdes, parques recreativos y avenidas arboladas.

A pesar de los servicios ambientales que aportan los bosques urbanos, estos no son especialmente protegidos por la Anam. Ni siquiera existe un inventario de ellos.

Las protecciones legales existentes -la ley que creó el Parque Natural Metropolitano o la Ley 21 de 1997 que contiene el plan regional de la región interoceánica- no han impedido su progresiva destrucción. Todos los gobiernos, iniciando en la época del presidente Ernesto Pérez Balladares, han hecho cambios parciales a las normas, dejando sin protección más y más áreas boscosas.

El biólogo y defensor del ambiente Ariel Rodríguez afirma que los bosques urbanos panameños tienen edades que oscilan entre 85 y 150 años, forman parte del corredor biológico Atlántico-Pacífico en el área del Canal y tienen características particulares por su ubicación geográfica: una gran riqueza de fauna y flora, así como lugar de convergencia de aves rapaces migratorias.

CIUDADES AGRESIVAS

Alida Spadafora, directora ejecutiva de la Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza (Ancon), atribuye la pérdida de estos bosques a la voracidad con que se construye en la ciudad, y enumera efectos negativos que esto trae: la ciudad se vuelve agresiva, pierde belleza natural y espacios de recreación.

Por su parte, Raisa Banfield, directora del Centro de Incidencia Ambiental, apunta como causa del problema la falta de una política ambiental de ciudad: “Siempre se piensa en el tema ambiental como un tema rural, de áreas protegidas o de grandes extensiones por reforestar y no como un tema de ciudad”.

Para la ambientalista, “se desconoce el privilegio de ser el único país con bosques tropicales húmedos incrustados en la ciudad (...) no están siendo suficientes las leyes nacionales que los protegen”.

A estas opiniones se suma el presidente del Colegio de Arquitectos, Luis Moreno, quien agrega que no hay planificación, y que se va llenando la ciudad de edificios sin tomar en consideración los pulmones naturales.

Moreno enfatiza en que hace falta una planificación paisajística y da como ejemplo el diseño de la Avenida Ricardo J. Alfaro, construida en la década de 1970, y en la cual solo se pensó en los carros. “Se olvidó al peatón, se obviaron las aceras y la calzada arborizada”, indicó.

PROPUESTA

El jefe de Forestal de la Anam reconoce que no hay un balance entre las infraestructuras que se construyen y las áreas verdes, a pesar de que el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial regula ese tema. Por ello, considera que hay que legislar para corregir las fallas y poder conservar y ampliar estas áreas.

También pone como tarea pendiente definir con el Municipio de Panamá un plan quinquenal de mantenimiento de las áreas verdes, como se hace en España o Colombia, donde existen equipos para ello. También recomienda hacer una lista de los árboles permitidos para plantar en la ciudad, ya que muchos de los que hay son maderables con grandes raíces que ocupan mucho espacio.

Esta propuesta es rechazada tanto por Banfield como por Moreno, quienes consideran que se debe implementar una política de mantenimiento de los árboles existentes en la ciudad.

Para Banfield, estos árboles “son parte de la identidad de la ciudad, de las especies endémicas que quedan de la selva tropical que había fuera del Casco Antiguo y La Exposición (...) se ha vendido la imagen de que los árboles son un estorbo para el modelo de desarrollo actual”.

“Si se quitan todos los higos grandes, frondosos y bonitos que están en la Ave. Perú o la Justo Arosemena, la ciudad no sería la misma”, concluyó Moreno.