Monday, July 5, 2010

Consecuencias de un Crecimiento urbanístico sin control


Cada vez que llueve, los residentes del corregimiento de San Francisco –creado hace 84 años y donde actualmente se edifican unos 22 condominios– sienten temor de que hayan inundaciones.

Y es que en este sector, donde en los últimos años se ha sentido con fuerza el auge de la construcción, la práctica de tirar el caliche a las alcantarillas ha causado la obstrucción del sistema.

De hecho, en las últimas semanas, cuadrillas usaron máquinas para romper una masa compacta de piedra y caliche, la cual era sacada a punta de pala.

El auge decrece, pero los vecinos siguen infelices


ANA TERESA BENJAMÍN
abenjamin@prensa.com

Lilia McPherson es una mujer menuda que vive en el corregimiento de San Francisco desde 1923.

Fue una de las fundadoras del barrio –lo dice varias veces, con vehemencia– cuando lo que había alrededor eran solo casas unifamiliares y el fresco del mar.

La historia oficial dice que el corregimiento nació cuando el entonces presidente de la República, Belisario Porras, compró 12 hectáreas de terreno y, mediante tómbola, repartió 74 lotes de mil metros cada uno.

Todo esto sucedió en 1923, pero no fue sino hasta el 9 de agosto de 1926 que San Francisco nació formalmente.

Hoy, décadas después, queda muy poco de aquel San Francisco sosegado que compartía vecindad con los pescadores de Boca la Caja y San Sebastián.

“Aquí ya no hay comodidad de nada”, protesta McPherson, mientras señala una torre que se construye al lado de su patio.

Día y noche, desde hace varias semanas, McPherson soporta el traqueteo de herramientas y el ruido incesante de motores. De vez en cuando, dice, alguna piedra cae sobre su techo. Otras veces es una lluvia de arenilla.

De acuerdo con un conteo visual realizado en Punta Paitilla, San Francisco centro y Punta Pacífica, actualmente se levantan allí 22 torres de apartamentos u oficinas.

El área más apretada es Punta Pacífica, en donde en una sola rotonda hay cinco edificios en construcción.

Precisamente allí, en el sector donde se construye la Trump Ocean Club, el Ministerio de Obras Públicas (MOP) intentó por varias semanas destapar una alcantarilla que los residentes del área dijeron que estaba colmada de caliche y basura.

Esta era, según dijeron, la razón por la que el área –desde el Súper 99– se inundaba con frecuencia. Ocurrió en agosto de 2008, y en mayo y julio de 2009. Cada vez que llovía se temía una nueva crecida de agua.

Francisco Achurra, vocero de la Asociación de Propietarios de Punta Pacífica, contó que la alcantarilla se había tapado por la costumbre de las constructoras de lavar camiones o depositar restos de mezcla en las alcantarillas.

El día que finalmente el MOP pudo liberar el desagüe que daba al mar, lo que salió de allí fueron rocas, peñascos, vasos, platos plásticos y envases de soda.

“Las maquinarias pulverizan la roca, la mezclan con agua y todo lo tiran a la alcantarilla”, denunció Achurra.

En noviembre de 2009 ocurrió la peor inundación que se recuerda en el área. Durante un fuerte aguacero, las calles frente al hotel Sheraton se inundaron y lo que quedó tras esto fue grandes pérdidas en su área de piscina y restaurantes.

Se dijo entonces que, debido a la construcción de edificios donde antes estaba el antiguo restaurante Samil, los desagües habían sido obstruidos o reemplazados por unos más pequeños.

Más allá de esto, los residentes se quejan de que no hay paz en el corregimiento porque los camiones obstruyen las calles, se despacha concreto en horas nocturnas, se rompen las aceras con el peso de los camiones, y los estacionamientos se hacen cada vez más escasos.

Carlos Pérez Herrera, representante del corregimiento, dijo que aunque el boom de la construcción ha disminuido, “los problemas persisten y las autoridades no han hecho nada”.

Para Pérez Herrera, el problema es que no se cumplen los acuerdos municipales, y por eso se vierte concreto en las noches y se utiliza la servidumbre para colocar puestos de venta de comida o material para la construcción.

“Desde 2004 estamos denunciando este problema. Yo solamente puedo quejarme, porque no tengo fuerza [legal] para imponer multas”, enfatizó.

Un estudio pagado por los vecinos y realizado en 2008 establece que, debido al cambio individual de lotes, el barrio ha logrado una “imagen de conjunto desarticulada” en donde se combinan viviendas unifamiliares con condominios.

Más allá de la estética, los cambios de zonificación han creado presión sobre una infraestructura que se diseñó para una menor densidad.


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