Estefanía Alemán
ealeman@prensa.com
Distintas zonas de la ciudad de Panamá parecen estar diseñadas solo para tránsito de vehículos motorizados. Incluso donde hay aceras, no es raro que los peatones tengan que desplazarse por el pavimento, debido al mal estado de estas o porque están obstruidas.
Tomás Garzola, vendedor ambulante que sufre una discapacidad de locomoción, dice que constantemente arriesga su vida al cruzar las calles y que el único puente apropiado para personas con discapacidad es el del Hospital Integrado San Miguel Arcángel, en San Miguelito. Señala que, por lo menos, debería haber más líneas de seguridad.
Peatones, en desventaja
Cada día resulta más difícil para los peatones circular por la ciudad. En su camino se atraviesan numerosos obs- táculos, como aceras destruidas –o ausentes–, la falta de líneas de seguridad o puentes peatonales, y un sistema de transporte público cuya utilización es todo un reto.Irina Pedrechi, estudiante de la Universidad Tecnológica de Panamá, vive en Torres de Milán, frente al campus Víctor Levi Saso de esa institución. A simple vista parecería que está muy bien ubicada para asistir diariamente a clases, sin embargo, confiesa que cada vez que emprende la travesía hacia la universidad, lo hace con miedo de ser atropellada, pues no hay infraestructura para facilitar la movilización de los peatones en el área.
Pedrechi explica que para llegar a su destino tiene que caminar por la autopista, ya que los camiones de las construcciones cercanas se han tomado el hombro de la vía y lo llenan de tierra cada vez que pasan.
Transporte imposible
Gabriel Rueda, otro estudiante de la UTP, considera que la barrera urbana más importante en la capital es el transporte público colectivo. “Las rutas están mal organizadas, se demora mucho llegar de un lugar a otro y los buseros llenan los buses a un nivel inhumano”, dijo.
Y si a los jóvenes les molesta la falta de infraestructura para caminantes, aquellos que sufren alguna discapacidad física o que por su edad no pueden moverse de forma ágil, ven la situación aún más difícil.
Raúl Madrid, un experto en computadoras, quien utiliza una silla de ruedas, afirma que si a una persona en buen estado físico le resulta complicado movilizarse por las calles, a alguien con discapacidad le es casi imposible.
Él no puede usar el transporte público colectivo, solo el selectivo, y para moverse por las calles siempre debe recibir ayuda de otros peatones.
José Townshend, quien también usa silla de ruedas, asegura que el futuro tampoco pinta positivo. Explica que aunque en el proyecto de un nuevo sistema de transporte, Transmóvil, se contempla que el 10% de la flota cuente con facilidades para personas discapacitadas, esto no será suficiente.
“Sepa Dios cuánto se demorará en pasar alguno de los buses con facilidades, considerando que solo 150 de los mil 500 nuevos estarán adaptados”, apunta.
Responsabilidad evadida
Cuando se contactó a las autoridades para que dieran respuesta sobre el deterioro de las aceras, ninguna asumió la responsabilidad. Jorge Pitalúa, director nacional de Mantenimiento vial del Ministerio de Obras Públicas (MOP), dijo que es el Municipio de Panamá el que debe velar por la buena condición de las aceras. Pero, Jaime Salas, director de Ingeniería Municipal, declaró que no es una sola entidad la encargada, sino que esta tarea la comparten el MOP, el Municipio y las propiedades privadas frente a las cuales hay aceras.
Rosa de Moreira, subdirectora de Ingeniería Municipal, agregó que ellos se ocupan, según lo establece el Acuerdo Municipal No. 116 de 1996, de que todo promotor construya la acera que le corresponde o la repare, si la ha dañado durante la edificación. Aseguró que el resto de la responsabilidad es del MOP, por ser el custodio de la servidumbre pública.
Mientras las autoridades se responsabilizan mutuamente, la ciudad de Panamá se mantiene como una urbe llena de barreras para los transeúntes.
Iniciativas para beneficiar a los discapacitados españoles
El tema de los obstáculos que se encuentran cotidianamente los peatones de las áreas urbanas también está presente en los países del primer mundo, aunque ahí el enfoque es hacia las personas con discapacidad. En España, por ejemplo, buscan, a través de diversas leyes, eliminar las llamadas “barreras arquitectónicas”, que si bien no afectan a las personas sanas, sí representan un problema para quienes no pueden mover su cuerpo con facilidad.
Luis Miguel Bascanes, quien usa una silla de ruedas y vive en Madrid, la capital española, asegura que la situación ha mejorado mucho debido a que las calles, parques y edificios públicos, están preparados para recibir a quienes, como él, sufren alguna discapacidad física. Aún así, aclara que llegar a estos lugares puede ser complicado, ya que si bien los metros y buses están adaptados, hay veces que los elevadores de las líneas están dañados o que, en horas pico, los conductores de bus no paran para bajar las rampas.
En ocasiones, dice, debe recorrer largos tramos en su silla para encontrar algún medio de transporte. Otra medida que se toma en el país ibérico, en este caso para beneficiar a los ciegos, es la instalación de semáforos acústicos, que les permiten identificar cuándo cruzar una calle.
Según una publicación reciente de El Periódico de Aragón (en Zaragoza), 16 mil de estos dispositivos se han instalado en todo el país, pero quienes los necesitan destacan que no están en todos los semáforos, lo que les resta libertad de movimiento.
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