Después de los acontecimientos de la provincia de Bocas del Toro, en el que dos personas murieron y decenas resultaron heridas en la cara y el resto del cuerpo, el examen de las consecuencias por utilizar perdigones contra manifestantes habría aconsejado prudencia en el manejo de este tipo de municiones para el control de multitudes.
Pero no ha sido así. El ministro de Seguridad no ha titubeado para afirmar que se seguirán usando, pese a que decenas de personas han perdido la visión de forma parcial o total, tras ser heridas con perdigones. Antes de hacer advertencias como esta, quizás habría sido cosa de sabios esperar el resultado de una investigación que lleva a cabo una comisión nombrada por el Ejecutivo para aclarar lo ocurrido.
Es triste comprobar cómo el ministro ha olvidado que cuando protestó contra la dictadura militar una de las denuncias más comunes de los civilistas era, precisamente, el uso de perdigones contra los opositores al régimen del tirano Noriega. Pero ni en aquellos momentos la represión fue tan brutal.
El ministro parece haber sido su mejor alumno.
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