La semana pasada el supermillonario mexicano Carlos Slim, los expresidentes de Chile, Brasil y España, Ricardo Lagos, Fernando Henrique Cardoso y Felipe González se dieron cita en Punta del Este (Uruguay), convocados por el ex presidente uruguayo y presidente de la Fundación Círculo de Montevideo, Julio María Sanguinetti, para hablar de “…una nueva sociedad de bienestar”.
Las estrellas fueron la crisis, Estado y mercado, la emigración y hasta el fin de la humanidad, la que, según Ricardo Lagos, no pasa de 2100, cuando los habitantes del planeta lleguen a 9 mil 500 millones, si el calentamiento global continúa al actual ritmo y no se toman medidas para revertir el proceso.
Hubo diagnósticos varios y casi unanimidad en cuanto a los culpables –neoliberalismo, autorregulación, libre mercado, Estados Unidos– pero a la vez advertencias contra los extremistas del Estado o del mercado.
Fernando Henrique Cardoso dijo hay que pensar en el protagonismo que habrán de tener árabes y chinos y en función de ello, adivirtió sobre la necesidad de aceptar otras costumbres y otras maneras y formas, pero a la vez salvaguardando aquellos valores que son universales. Ciertamente no será fácil atar por el rabo ciertas moscas y moscones.
En mi opinión fue Carlos Slim el que propuso las soluciones más concretas. Es que no se llega a ser el más rico o segundo más rico del mundo solo con lindos discursos.
El mexicano cree que la solución es que “el crédito fluya de manera adecuada”. Dijo que hay que apoyar a la empresa financiera, con el objetivo de rescatar al deudor. Indicó que “hay que adecuar los cobros a la capacidad de pago de los deudores” y habló de una moratoria de tres años para las empresas deudoras y los deudores hipotecarios, solo exigiendo el pago de los intereses y aún admitiendo que ello perjudicará a inversores y ahorristas.
“La única forma de combatir la pobreza es el empleo”, afirmó y explicó que si no se ayuda a las empresas, se fundirán y se perderán empleos y si todas las casas van a remate el mercado de viviendas será un desastre.
El único problema es que nuevamente se premiará a los irresponsables, a los que tomaron créditos que sabían que no podían pagar y que fueron cómplices de los banqueros o gestores que inventaron las hipotecas tóxicas para ganar más. Como siniestra contrapartida se castigará a los tontos ahorradores.
Le pregunté a Carlos Slim si con esa solución no se estaba premiando a los malos. Me dijo que la idea es ayudar a aquellos deudores con capacidad de rehacerse y por supuesto de pagar los intereses. De cualquier forma en la redada muchos caerán injustamente, y otros se beneficiarán sin merecerlo.
González coincidió en que la salida pasa por ese apoyo a las empresas financieras, para que fluya el crédito, pero se lamentó de que muchos de esos millones sirvan para asegurarle abultadas jubilaciones a los responsables de todos estos desastres. “A esos lo que yo les daría son millones de patadas en el trasero”, clamó.
Parecería que los pasos que se están dando van en la línea de restablecer el crédito y rescatar a los deudores, queda pendiente cómo no castigar otra vez a los tontos que ahorraron y lo de las patadas en el trasero. Si esas materias pendientes no se resuelven, el gran problema –que es el de la crisis de valores–, lejos de aliviarse se acentuará.
Alguna vez tendrían que ganar los buenos.
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