Saturday, December 13, 2008

Desarrollo turístico depredador


Graciela Arosemena Díaz
opinion@prensa.com

El mayor atractivo turístico de Panamá se encuentra en su paisaje natural. Playa y sol hay en muchos lugares del planeta, pero lo que nos identifica y lo que nos hace singulares son nuestros paisajes.

Sin embargo, el modelo de desarrollo turístico que se está implantando en Panamá es la mayor amenaza a islas y costas. Modelo pasado de moda, que transcribe el paisaje urbano a las playas, no es precisamente aprovechar el potencial turístico, sino más bien acaba con el propio atractivo natural. Se está imponiendo el concepto de mega proyectos turísticos, enclaves artificiales que podrían encontrarse en cualquier país, espacios sin identidad.

Este turismo, asociado a la arquitectura masiva, es obsoleto. Los nuevos conceptos de desarrollo turístico están más enfocados en reflejar la arquitectura local, y el medio natural.

Un turismo naturalista es una opción que sin dejar de ser lucrativa, es mucho más responsable con el entorno. Como el caso de Costa Rica, que ha desarrollado un turismo alternativo de prestigio internacional, prescindiendo de mega proyectos de sol y playa.

En vez de ello, ofrecen al turista la posibilidad de contactar con algo real incluyendo su ambiente y cultura. No diseñan polos turísticos, sino que se aprovechan los atractivos naturales con el menor grado de alteración. Con tan buen resultado que el turismo es el principal sector del país centroamericano, cuyo PIB (55.95 miles de millones dólares) es mayor que el de Panamá (29.14 miles de millones de dólares). Esta es una lección de la que Panamá debería aprender. Es una prueba de que no solo es posible hacer un turismo sostenible, sino que además puede ser muy rentable económicamente.

Por otro lado, en España, recientemente se ha iniciado una campaña para aplicar de manera retroactiva la ley de costas, para enmendar los efectos del desarrollo turístico mediterráneo. Aunque tarde, se han dado cuenta que urbanizar las playas no es del todo bueno, y ahora pretenden “limpiar” de edificaciones 100 metros paralelos a la costa, demoliciones incluidas. Panamá debería tomar nota de esos errores, sin embargo, el litoral panameño está camino de convertirse en el desastre del mediterráneo español.

A pesar de ser un hito la reciente ilegalización de la aprobación del EIA del proyecto Red Frog, el daño está hecho, la isla ya ha sido intervenida negativamente. El desarrollo turístico no puede ser un proceso improvisado, debe ir acompañado de una gestión ambiental del territorio, definiendo la intensidad de las actividades turísticas en función de la vocación ambiental de cada espacio. Esto evidentemente no ha ocurrido en Panamá, se ha optado por la vía fácil, pero la más destructiva.

Panamá una vez se vio obligada a ceder una franja de tierra para construir un canal. Resulta irónico que ahora que el Canal por fin es nuestro, gracias a la miopía de nuestros gobernantes, se está vendiendo el país a pedacitos a extranjeros. Es urgente reorientar el modelo turístico hacia uno más sostenible, de lo contrario es mejor que “el que quiera conocer a Panamá que venga, porque se acaba”.

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