Thursday, February 28, 2008

El chu-chu-tren asesino...

Lo que sigue es la opinión de Ricardo Stevens en el programa de comentarios y entrevistas radiales en Radio La Voz del Trópico en la ciudad de Colón, conducido por él el día miércoles 13 de febrero del 2008.
Cuando chiquillo, allá por los años 50, ya la oligarquía había matado a Remón, varias veces viaje por tren entre las ciudades de Panamá y Colón, unas con mi papá, otras con mi mamá, y para mí siempre fue un alboroto de feria, desde el anuncio de la travesía hasta su realización, porque, de verdad, era un excursión llena de excitación.
Sentarme a los amplios ventanales del vagón de pasajeros, el mejor puesto de todos, creía, desde donde podía ver el inmenso panorama y la variedad del colorido escenario en movimiento, superior a los cines... Las letras que le arreglábamos mi mamá y yo al traqueteo ininterrumpido y ruidoso del movimiento de las bielas de las ruedas del tren sobre los rieles y sus uniones, soportadas por un millón de durmientes, «I-wantagun-to-killaman-i-wantagun-to-killaman...», recuerdo; la agresiva brisa en el rostro, que en ocasiones obligaba a cerrar los ojos; el súbito paso ansioso por un negro, tenebroso e interminable túnel, así me lo figuré la primera vez, y la abrupta salida a la redentora luz... La entrada al puente de Gamboa, a marcha desacelerada, se detenían los carros admitiendo la prioridad a la máquina de hierro... El escape entre laderas verdosas, el desfile raudo y a contra vía de árboles, de comunidades con sus casas con césped de ensueño y calles limpias, el tut-tut del quítate de la vía perico; las lagunas de insospechadas honduras, los pequeños caseríos de una o dos chozas aquí y allá, los huertos de los chinos, las cimas, las aguas mansas del gran río que es el Canal, los gigantescos navíos y sus diminutos marinos allá; sobrevivir ese estrecho de tierra entre aguas en Gatún, mis miedos de descarrilamiento, ese mundo era un espeluznante espectáculo, y de remate, el erizante chirrido del frenazo que anunciaba el fin del camino. Por el pasaje, tal vez, se pagara un dólar; mi felicidad, sí, no tenía precio.
Después supe que el tren tenía varios tipos de coches, y que unos eran más elegantes, de menos butacas, más amplios y más cómodos que otros, esos, los confortables, eran los de la mejor clase, la primera. Los vagones de mis conmociones, eran los otros, los de asientos de madera sin cojines, los del apiñamiento. Esto lo descubrí porque el patio del ferrocarril, en el Pacífico, estaba ubicado entre Calidonia y Wachapali (White chappel on the hill), donde vivía mi abuelo, y en muchas ocasiones crucé ese recinto, y, como los otros niños, a hurtadillas, me metía en los carruajes a recorrerlos y a tomar agua fría en esos vasos de papel, parecidos a sobres, que estaban junto a los grandes termos.
De haber tenido alguna malicia, entonces, no solamente habría sospechado lo del gold roll y el silver roll, sino, también, que los vagones de fondo, eran para nosotros, la chusma pobretona, solamente mejores que los carros de portones en el medio, de ambos lados, para la carga.
Hoy, la flamante contratación entre el régimen y el Panama Canal Railway Company, estadounidense, nos ha restablecido el servicio del ferrocarril, y se ha avanzado, como es natural y de conformidad con el presente sistema, se eliminaron los vagones para clases distintas; solamente hay un tipo de carros para pasajeros, el de lujoso entablado, de pisos alfombrados, lámparas de luces suaves, aire acondicionado, baños, amplios ventanales por donde se aprecia el pintoresco viaje por la foresta tropical(1); ese es el coche de los que tienen plata, mucha plata, porque el valor de la travesía, en una sola dirección, en el chu-chu-tren de hoy, es de treinta y cinco balboas.
La mayoría de los niños de mi país, en tren, ya no conocerán las experiencias maravillosas de esa gira fascinante.
Entre el modelo del tren y el del país no hay distingos, en ambos los desplatados van a pie.
Al estilo de post data:
Justo al finalizar el comentario para hoy, fui informado que el tren del régimen dirigido por el buenazo arrolló de un balazo por la espalda, ejecutado por un lince de la policía, a Al Iromi Smith Rentería, del Suntracs, lo que sucedió cuando éste se encontraba en las instalaciones del Centro Hospitalario Dr. Hugo Espadafora, precisamente para curarse de heridas de perdigón en el rostro.

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