Friday, March 28, 2008

La ‘soberanía’ de conveniencia

Carlos Eduardo Galán Ponce opinion@prensa.com

El concepto de "soberanía nacional" en su verdadera aceptación requiere ante todo del respeto por los derechos de los demás, dentro y fuera del país, lo mismo que esa otra expresión hermana que tiene también como fundamento salvaguardar la independencia de las naciones: "la autodeterminación de los pueblos".
Lamentablemente la realidad es muy distinta. Sería difícil determinar las veces en que esos preceptos han sido utilizados para proteger realmente la integridad de una sociedad en pleno uso de sus derechos y las veces en que han sido esgrimidos por crueles dictadores, con el solo propósito de garantizarle la impunidad a sus barbaridades. Mandatarios que comienzan pisoteando las libertades y los derechos de sus propios ciudadanos, cuando la magnitud de sus abusos trasciende sus fronteras, no titubean en alzarse furibundos en los foros internacionales a clamar por el respeto a un nacionalismo que jamás les ha pasado por la cabeza. De esto contamos nosotros con un buen grado de experiencia.
Gobernantes que con una pasividad cómplice permiten que su territorio sea utilizado por propios o extraños para atentar contra la seguridad de otros Estados, se transforman en furiosas víctimas ofendidas cuando representantes de los intereses foráneos afectados, incursionan en su suelo a imponer el orden que a ellos les correspondía mantener o se enardecen cuando les pisan su patio para llevarse a delincuentes que gozan de su protección o que han sido absueltos en juicios amañados. La historia está plagada de casos en que los gritos exigiendo respeto por la integridad territorial han provenido de dictadorzuelos que habiéndose apoderado de su país por la fuerza, se escudan en él para hacer con vidas y haciendas de los ciudadanos oprimidos lo que les ha venido en gana. Triste "soberanía" zarandeada a conveniencia y bendecida por países que, insensibles al dolor ajeno, reciben y sientan a sus mesas a los embajadores de los opresores, para que cuando a ellos les toque secuestrar su país, poder reclamar la misma impunidad.
Una ojeada al historial de irrespeto de autoridades nuestras a la "soberanía" de países vecinos, te va a ubicar directamente en el período de la dictadura militar. Pistoleros del régimen secuestraron de un hotel en Villa Nelly, Costa Rica, a Enrique Moreno, que no era ni terrorista ni delincuente, solo un ciudadano panameño opuesto al golpe militar. Vuelos nocturnos clandestinos, patrocinados por la dictadura, trasladaban armas de origen cubano a las guerrillas comunistas en Nicaragua y El Salvador. Sicarios de la dictadura torturan y asesinan a Hugo Spadafora y violando las fronteras costarricenses, arrojan en territorio ajeno lo que dejaron de su cuerpo. Hechos que llegaron a conocerse porque fueron ejecutados sin el menor sigilo, no se sabe cuántos otros pudieron tener lugar, que bajo el pacto de silencio de los gorilas golpistas, aún permanecen en secreto.
Pero como siempre ocurre, los mismos gobernantes espurios, que violaron a placer los territorios de otras naciones, cuando vieron en peligro su reinado de terror, se vistieron de víctimas para reclamar ante la comunidad internacional, de voz de su canciller de entonces y actual asesor presidencial, el respeto a una "soberanía" que ellos pisoteaban aquí. Un alarde de desvergüenza que solo perseguía un silencio cómplice que les permitiera continuar en el poder en contra de la voluntad popular, solo que esa vez se equivocaron. Este fue el legado de respeto a la "soberanía nacional" y a la "integridad territorial" de otros pueblos, que le aportaron a nuestra historia los líderes máximos de los 21 años de ignominias. Bochornoso contraste con la actitud patriótica asumida por el presidente Roberto F. Chiari con motivo de los sucesos del 9 de enero de 1964.
Los pueblos tienden a olvidar con facilidad, o quizá las circunstancias cambian, pero eso no impide tener presente la gratitud. Durante la II Gran Guerra, cuando los ejércitos alemanes ocupaban la casi totalidad de Europa, se produce la invasión de los ejércitos aliados, liderizados por Estados Unidos. Irrumpieron por las costas de Francia donde, aunque afecto a Alemania y en contra de la mayoría de la población, había un Gobierno francés. Penetraron en territorio italiano donde existía el gobierno local de Mussolini y así avanzaron por todos los demás países ocupados, contaran o no con gobiernos locales. Ninguno recurrió a la ONU a denunciar la violación a la "soberanía" de su territorio solo porque la ONU no había nacido.
Para las poblaciones la tan esperada "invasión", fue el sinónimo de su liberación y el costo en vidas fue parte del precio que pagaron por el retorno de la libertad que les permitió formar sus propios gobiernos y asegurarse de no volver jamás a padecer lo mismo. Hoy, el Reino Unido, único territorio beligerante que no necesitó ser liberado de ocupación alguna, es el más firme aliado de Estados Unidos.
En nuestra América Latina la opresión no nos vino de un ejército extraño. A partir de la década de 1960, con la excepción de México, Costa Rica y Venezuela, las poblaciones de todos los demás países fueron perdiendo su "soberanía" bajo las botas de sus propios militares. Afortunadamente todos fueron retornando por medios propios más o menos incruentos a la civilización, excepto nosotros –siempre nosotros– dónde los militares y sus entusiastas socios del PRD, se negaron a entregar el poder que habían perdido en las urnas y optaron por declararle la guerra a Estados Unidos. Lo demás es historia. ¿Invasión? ¿Liberación? ¿Ambas?
Que cada uno examine su conciencia. O a repasar las grabaciones de los medios de comunicación que muestran la reacción popular del momento. Personalmente, mi barrio en David fue liberado del asedio a que lo tenían sometido los "batalloneros" del actual ministro de Obras Públicas. El precio de la libertad nunca es cómodo, por eso, en ninguno de los países que sufrieron los vejámenes de sus opresores has visto retornar a los cargos públicos a los mismos personajes que tanto dolor causaron y tanto sacrificio tomó quitárselos de encima.
Creo que no nos vendría mal un poquito de vergüenza.
El autor es ingeniero agrónomo

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