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La decisión del Gobierno de modernizar la flota de autobuses en la capital y San Miguelito viene a ser el cumplimiento de una promesa, largo tiempo esperada. Cuatrocientos autobuses de gran capacidad, que reemplazarán en un lapso de tres años a los desvencijados reyes de la vías, a primera vista son una solución a la incomodidad y al estrés que experimentan los miles de usuarios del servicio público de pasajeros. Eso es un gran alivio.
Dos concesionarios, que operarán con criterio empresarial, contratos por competencias probadas, pago de prestaciones sociales, son los factores de una hipótesis que apuesta a que el servicio mejorará.
Las indemnizaciones a los actuales reyes de las vías, por el retiro de los autobuses que adquirieron en los "cementerios" de Tampa y Miami, elevarán el costo de la operación. Indemnizar por la eliminación de vehículos que se compraron en lotes y que ahora, los reyes, esperan recibir a cambio una buena compensación, como si los hubiesen adquirido unitariamente, no parece ser un mal negocio.
Escuché al ingeniero Solís –responsable del proyecto– decir que se tiene previsto, entre los términos de la licitación, que los futuros concesionarios tendrán que cumplir con una determinada cantidad de horas para modificar su comportamiento al volante, mediante jornadas de capacitación y certificación de competencias profesionales en este oficio... Otra hipótesis apuesta al mejoramiento de la cara humana del trato y de la conducta de los conductores. El comportamiento humano del adulto, no es tan moldeable en períodos tan cortos como los que normalmente, son los de los seminarios y cursos. ¿Será posible y razonable esperar el reciclaje de hábitos y actitudes de la cultura de los conductores, que por años se ha caracterizado por el gozo de amplias libertades en el modo de comportarse? ¿Será posible extirpar el virus de la velocidad y del manejo temerario de la mente de un alto porcentaje de conductores del servicio público de pasajeros? Estos comportamientos son, en extremo, resistentes a los cambios.
Los estudios del Dr. Taylor, psicólogo inglés, especialista en temas del comportamiento al volante, demuestran que existe una alta correlación entre la conducta temeraria y la percepción del poder que induce estar al volante de autos nuevos y autos grandes. Esta misma relación la constató, cuando correlacionó la edad y el sexo con autos nuevos, fuertes y grandes. La alta correlación entre estas variables y la verificación del comportamiento al volante, le permitió concluir al Dr. Taylor, que la tendencia a infringir las normas de tránsito se eleva cuando se combinan la percepción de poder y seguridad con un auto nuevo, fuerte y grande, aunando estas variables a la juventud y el sexo masculino. En otras palabras, a menor edad, mayor temeridad y a mayor percepción de seguridad inducida por las características de los vehículos, mayor es el impulso a la velocidad y a desconocer las señales de tráfico.
Aplaudo la decisión, pero eso de servir vino viejo en odres nuevos, equivale a entregar los nuevos buses a los "diablos rojos" de siempre. Mi hipótesis es que la temeridad, las regatas, los atropellos y el maltrato a los usuarios no cesarán, mientras se deje intacto el perfil psicológico y profesional de los conductores. Apuesto a esta hipótesis, a menos que se rediseñe el perfil de competencias para este delicado oficio.
El autor es psicólogo industrial
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