Una buena noticia para el medioambiente y para los seres vivos que habitamos el planeta es, sin duda, saber que el agujero en la capa de ozono sobre la Antártida ha alcanzado este año su menor tamaño
EFE/REPORTAJES
MADRID. Un trabajo realizado por el Instituto Nacional del Agua e Investigación Atmosférica de Nueva Zelanda muestra que el agujero de ozono en la atmósfera de la Tierra es, en la actualidad, de 22 millones de kilómetros cuadrados, cuando en 2009 era de 24 millones y en 2000, el año en que se registró la mayor brecha, de 29 millones. Además, el déficit de la masa de ozono también se ha reducido a 27 millones de toneladas, una notable reducción comparado con los 35 millones de toneladas que había en 2009 y los 43 millones de 2000. La capa de ozono, situada sobre los polos del planeta, tiene periodos naturales en los que se abre y disminuye su grosor. Al terminar el invierno, las condiciones de temperatura, por la radiación del sol, hacen que el ozono se consuma de forma natural y provoca que se abran agujeros cada vez mayores, porque la capa de ozono adelgaza por la intervención de determinados gases. Ahora, en la Antártida se ha conseguido estabilizar este debilitamiento de la capa de ozono que afecta a los países de Sudamérica puesto que, a menor grosor, mayor facilidad para traspasar los rayos ultravioletas de los que nos debe proteger el ozono.
EL FENÓMENO
Para explicar este fenómeno que tan buenas perspectivas ha abierto para los científicos, hay que tener en cuenta una serie de procesos que tienden a confundirse, como son las emisiones de dióxido de carbono (CO2), gases de efecto invernadero, con las emisiones de los gases que afectan al ozono. El investigador español Fernando Valladares, profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Centro de Ciencias Medioambientales, lo explica de la siguiente forma: ‘El CO2 sólo afecta de forma directa y mayoritaria al calentamiento y al forzamiento por defecto del denominado efecto invernadero. En el tema del ozono hay una serie de gases, sobre todo los compuestos de clorofluorocarbonados muy específicos, que son los que degradan al ozono que se encuentra en la estratosfera’. Para Valladares, hay dos tipos de ozono, el bueno y el malo, separados por centenares de kilómetros; ‘el ozono bueno es el que se encuentra muy arriba de la atmósfera, en la estratosfera, que nos protege de las radiaciones ultravioleta, y al que debemos cuidar y procurar tener en mayor cantidad. El ozono que tenemos más cerca de nosotros, en las capas bajas de la atmósfera, la troposfera, es un ozono que tiene efectos oxidantes, que provoca problemas de contaminación, alergias e irritación, y para el que hay sistemas de alarma en muchas de las grandes ciudades del mundo’. El agujero de la Antártida se abre en la primavera del hemisferio sur, y en el Ártico se abre en la primavera del hemisferio norte. Es decir, de forma natural siempre habría abiertos algunos agujeros que se generan después de un invierno de mucho frío, cuando comienzan a dar calor los primeros rayos de sol y que, de forma natural, generan la degradación de la capa de ozono que localmente crean esos agujeros.
AUMENTO DE LOS RAYOS
Pero debido al efecto del calentamiento de las capas bajas del ozono se produce una degradación de las capas altas, debilitándolas. Esta es la causa de que la capa sea más débil de lo que era hace 30 ó 40 años y de que se filtren con mayor facilidad los rayos ultravioletas. Por ello, hay zonas, sobre todo las tropicales y templadas, en las que la radiación es superior a la que era habitual, llegando a niveles dañinos para la salud humana, según comentan expertos. También se ha podido comprobar que, desde los años 80, la capa de ozono de la estratosfera ha estado adelgazando por la emisión de una serie de compuestos, sobre todo los que son de la familia de los clorofluorocarbonos, que degradan las moléculas de ozono. Estos compuestos tan específicos entraban en algunas cadenas de producción, como son los gases de los sistemas de aire acondicionado, o de las neveras y congeladores. En el convenio de Montreal, de 1987, que entró en vigor en 1989, se firmó un protocolo para alcanzar la reducción de todos estos gases y la búsqueda de alternativas comerciales que tienen una incidencia tan directa sobre el ozono.
PROTOCOLO DE MONTREAL
Para Valladares, ‘el protocolo de Montreal ha representado un éxito porque en él se identificó el problema, se pusieron los medios, y 20 ó 30 años después se están recolectando los frutos. Este año, por fin, ya hay buenas noticias, al haber comprobado que la capa de ozono sobre la Antártida no sigue adelgazando, ya está estabilizada, y esto se debe a este acuerdo internacional’. ‘Este logro no significa que esté todo resuelto. Los niveles de disminución de ozono son menores, pero esta capa es cada más delgada, mucho menor de lo que era en los años 80 cuando se hicieron los primeros sondeos válidos. Todavía no hemos recuperado y tardaremos mucho tiempo en recuperar aquellos niveles, pero al menos hemos frenado la tendencia. La noticia es que las medidas que se han tomado son eficaces’, explica el investigador. ‘Sin embargo, enfatiza Valladares, el éxito logrado a consecuencia de este acuerdo internacional no se puede trasladar al protocolo de Kioto, cuyos objetivos se acaban de discutir en la cumbre de Cancún (México), celebrada entre el 29 de noviembre y el 10 de diciembre de este año’. Según este experto ‘en el protocolo de Kioto se tratan todos los problemas que afectan al cambio climático, en el que hay muchos factores que lo generan. Son muchas las fuentes emisoras de gases con efecto invernadero y que, además, tienen un efecto muy directo sobre la economía. A este problema global hay que buscar alternativas a nivel de medios de transportes, en lo relativo a los combustibles fósiles… y todo esto es mucho más complicado y tiene más causas y complicaciones económicas’. El investigador español del CSIC se muestra, no obstante, optimista tras estos resultados y mantiene que ‘el proceso de recuperación es lento pero vamos por una buena senda. Pero, ante todo, ‘esta es una buena noticia para el medio ambiente y para la sociedad, porque es un ejemplo de buenas prácticas que debería animarnos en la lucha contra el cambio climático, aunque ésta sea mucho más complicada. Es un ejemplo de que cuando nos ponemos de acuerdo podemos lograr objetivos’, concluye Valladares.