Sergio Muñoz BataSuperando las inevitables tensiones raciales que surgen del roce cotidiano en los barrios, las escuelas secundarias y en los centros de trabajo, los latinos fueron a las urnas este 4 de noviembre y dos tercios de ellos votaron a favor de Barack Obama. Visto en términos de porcentajes y números absolutos se podría argumentar que su contribución al triunfo de Obama fue marginal. Solo votaron unos 10 millones de los más de 122 millones de personas que sufragaron en esta elección.
Quedarse en este nivel del análisis, sin embargo, sería un grave error, porque esta interpretación no considera las peculiares características del sistema electoral norteamericano. En este país las elecciones las gana no quien recibe mayor número de votos sino quien supera los 270 votos en el Colegio Electoral. Un mecanismo que consta de 538 electores que representan la suma de dos senadores por cada estado más el equivalente al número de representantes de cada estado al Congreso. California tiene 55; Texas, 34; Nueva York, 31; la Florida, 27; Illinois y Pennsylvania, 21. Alaska, Delaware, Montana, Dakota del Norte y Dakota del Sur, y Wyoming solo tienen 3 delegados. Washington D.C. tiene 3 electores.
Dentro de este sistema, la importancia de estados sólidamente demócratas como California, Nueva York e Illinois, o de estados dominados por los republicanos como Texas, Georgia y Utah es relativa. De hecho, la elección presidencial se decide en los estados cuyas preferencias fluctúan entre ambos partidos.
La batalla electoral de 2008 se centró en un puñado de estados como Ohio con 20 votos electorales, Indiana con 11 o la Florida con 27 y dentro de este escenario, el voto latino cumplió con el objetivo fundamental de la estrategia de Obama de servir para inclinar el fiel de la balanza en ciertos estados clave. En Nuevo México, Nevada y Colorado, por ejemplo, fueron protagonistas “porque ahí”, dice Antonio González, presidente del instituto de investigación William C. Velásquez, “es indudable que el voto de los latinos le dio el margen de victoria a Obama”.
“En la Florida”, señala el analista Sergio Bendixen, “el caso es todavía más dramático porque en 2004 favoreció a George W. Bush 56–44, y ahora prefirió a Obama 57–42. Esto fue posible porque se dieron tres cambios drásticos en esta elección. Mientras que en 2004, 6 de cada 10 cubanos votaron por Bush, en 2008 solo 4 de cada 10 votaron por John MCCain. Ahora, el 60% del voto latino lo emitió una especie de coalición latinoamericana formada por portorriqueños, sudamericanos, dominicanos y centroamericanos que en un 70% votó por Obama. Además, en esta ocasión el peso del voto cubano disminuyó porque los cubano-americanos nacidos en EU votaron 3x2 por Obama”.
Otros analistas han sugerido que el voto latino fue clave en estados como Indiana y Carolina del Norte, donde a pesar de tener poca presencia, 4% y 3% de los votantes respectivamente, incidieron en la elección porque la diferencia del voto no latino entre ambos candidatos representaba menos del 1%.
Obama ganó el voto electoral de manera abrumadora. Hasta ahora lleva 364 votos contra 162 de McCain y 12 aún sin decidir. También ganó el voto popular con una ventaja de más de ocho millones de sufragios. Las encuestas de salida muestran que para los latinos, al igual que para la mayoría de los votantes, el deterioro de la economía fue la principal razón para votar por el cambio. Pero los latinos tenían otra razón para repudiar a los republicanos: sus posturas anti–inmigrantes.
“El Partido Republicano no podrá reconstituir su imagen si persiste en su sentimiento xenofóbico”, comentó Cecilia Muñoz, vicepresidente del Concilio Nacional de la Raza, “pero el partido demócrata no puede dormirse en sus laureles. Tiene que mostrar resultados concretos, sobre todo a quienes por primera vez le favorecieron con su voto”.