Saturday, November 15, 2008

Colombia: del 'Jaque' a los falsos positivos

Ángel Ricardo Martínez

armartinezbenoit@gmail.com

Hace poco más de 4 meses, el 2 de Julio, el ejército colombiano llevó a cabo la Operación Jaque. La ex candidata presidencial Ingrid Bethancourt y 14 personas más fueron rescatadas de manos de las FARC. La espectacular operación generó apasionados elogios a nivel mundial hacia el ejército y el Gobierno colombianos. El presidente Álvaro Uribe llegó a alcanzar un 92% de popularidad y su segunda reelección era casi un hecho. El ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, recibía panegíricos provenientes de todas las latitudes e inclusive se le veía como el sucesor natural de Uribe en caso de que éste decidiera no ir por un tercer mandato. Por último, el comandante del ejército, Mario Montoya, alcanzaba la gloria militar tras liderar la operación más exitosa de la historia colombiana. La operación fue un éxito hasta para el entonces candidato presidencial en EEUU, John McCain. El senador, que se encontraba de visita ese día en Colombia, vio en directo los frutos de su incondicional apoyo al Plan Colombia. Antes de irse, McCain aseguró a Uribe que bajo su Gobierno, el TLC estaba más que garantizado.

Pero no todos fueron elogios. Una gran cantidad de personalidades y medios de comunicación se encargaron de resaltar algunos aspectos “extraños” de la operación, entre ellos el uso fraudulento del nombre de la Cruz Roja y el aprovechamiento por parte del ejército colombiano de un trato pactado con anterioridad entre las FARC y dos diplomáticos europeos. La agencia IPS, en un reporte titulado “El General al que se abrazó Ingrid”, llamó la atención, entre otras cosas, sobre “el hallazgo en 2007 de una fosa común en el departamento de Putumayo, con restos de más de 100 víctimas asesinadas durante el mismo período en que Montoya lideró la Fuerza de Tarea Conjunta del Sur (Joint Task Force South)”. En aquellos gloriosos momentos, esas víctimas halladas en Putumayo eran consideradas por el Gobierno como “guerrilleros vestidos de civil”.

Cuatro meses han pasado, y una serie de eventos negativos para el Gobierno colombiano han cambiado el panorama por completo. Primero fue el enfrentamiento del presidente con su propio órgano judicial, un asunto que muchos entendieron como un intento de proteger a muchos personajes cercanos a Uribe que tenían demostrados nexos con grupos paramilitares. El 16 de octubre, la organización internacional Human Rights Watch publicó un informe en el que –coincidencia o no— acusó al Gobierno de “obstaculizar la justicia”. Semanas después, el 28 de octubre, el otro gigante de los derechos humanos, Amnistía Internacional, se sumaba a HRW y reportaba que “la impunidad sigue siendo la norma en la mayoría de los casos de abusos a los DDHH” y pedía a EEUU y otros países que “suspendan la ayuda militar a Colombia hasta que contenga un aumento en las muertes de civiles cometidas por las fuerzas de seguridad”. Uribe se pasó el mes de octubre descalificando a estas organizaciones, llegando a decir que a José Miguel Vivanco, director para América de HRW, “le habían perdido el respeto en Colombia hace tiempo” y que Amnistía Internacional no era “nadie para darle lecciones de derechos humanos” a él. Una semana después, Barack Obama –crítico del TLC con Colombia precisamente por las violaciones a los derechos humanos— dejaba KO a John McCain en las elecciones de EEUU. Quizá entonces Uribe, Santos y compañía se empezaron a preocupar.

Hoy, víctimas como las encontradas en 2007 en Putumayo son conocidas como “falsos positivos”: asesinatos de civiles inocentes que luego se hacen pasar por guerrilleros. El esćandalo que ha generado el hallazgo de los cadáveres de unos jóvenes que habían desaparecido en la localidad de Soacha, afueras de Bogotá y que habían sido reportados como guerrilleros ya ha alcanzado a casi una treintena de oficiales del ejército –entre ellos tres Generales—, que fueron destituidos el 29 de octubre, y al mismísimo General Montoya –el héroes de la Operación Jaque— que presentó su renuncia hace poco más de una semana. Horas después de su renuncia, la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU (cuyo presidente es Joe Biden, vicepresidente electo) determinó que el Plan Colombia fracasó en algunos de sus objetivos. La BBC reportó que “el objetivo de reducir el cultivo, procesamiento y distribución de drogas ilegales (...) no se logró completamente”. Sin embargo, el Senado norteamericano reconoció que Colombia “mejoró su clima de seguridad”.

¿Porqué recurrir a falsos positivos? En una columna para la revista Semana, el periodista Juan Diego Restrepo lo explica bastante bien al decir que “las guarniciones militares (...) fueron formadas (...) para presentar resultados en la guerra. Y justo una de las estrategias para lograrlo es recurrir a las ejecuciones extrajudiciales y mostrar avances operacionales satisfactorios en su lucha contra las guerrillas”. Son precisamente esos “resultados” los que permiten al Senado norteamericano concluir que Colombia “mejoró su clima de seguridad” y así aprobar los más de 500 millones de dólares anuales que recibe el país de parte de EEUU. Sí, los números son fríos.

Por otro lado, los falsos positivos se dan en todas las guerras. En Afganistán, por ejemplo, se les llama “talibanes”; en Irak simplemente “insurgentes”. En Palestina son “militantes” y “terroristas”. Lo que hace que el caso colombiano sea sui generis es, sin duda, que los asesinatos son perpetrados por el ejército contra aquellas personas a las que se supone debe defender: sus inocentes compatriotas. Extraño y macabro el círculo vicioso del Gobierno y las Fuerzas Armadas colombianas que les lleva a asesinar a civiles para presentar unos resultados que permitirán una ayuda económica y militar supuestamente destinada para proteger a esos mismos civiles.

Hasta ahora, como afirma Restrepo, cualquier cuestionamiento de las fuerzas públicas era descartado por Uribe diciendo que esos informes “adelantaban una guerra jurídica para favorecer a la guerrilla o que las personas asesinadas eran guerrilleros vestidos de civil”. Llama poderosamente la atención que el cambio en la actitud de Uribe coincide con la condena de dos organizaciones internacionales de derechos humanos y –por encima de todo-- con la elección de Barack Obama como nuevo presidente de EEUU.

La BBC, que aseguró que “el informe se da a conocer en medio de un clima favorable a la reducción de la ayuda económica a Colombia”, reportó también que el ministro de Defensa Juan Manuel Santos “está dispuesto a ir a Washington para defender el Plan Colombia con el equipo de Barack Obama”. A día de hoy, defender el Plan Colombia y lograr la aprobación del TLC parecen tareas más complicadas que nunca.

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