Con cerca de 25 focos de fuego aún sin controlar y el número de víctimas fatales cercano a las 200 personas, comienzan a surgir las recriminaciones hacia el Gobierno australiano.
Mientras algunos propietarios de las más de 750 viviendas destruidas culpan a las autoridades por no haber dado la advertencia sobre la gravedad de la situación, otros cuestionan el trabajo de los bomberos, considerados la fuerza más grande, equipada y experimentada del mundo.
Estos últimos alegan que, aunque hubieran puesto más hombres, no habrían podido evitar las consecuencias del día más caluroso del año, al que se sumaron fuertes vientos y 12 años de lluvia por debajo de la media.
Su versión la apoya un ‘lobbista’ de cuestiones medioambientales que afirma que los incendios forestales que afectaron 40 kilómetros en solo 12 horas, ‘son el cambio climático manifestándose en la vida cotidiana de la gente’.
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