Ajenos a los cambios en los que está inmerso el barrio de San Felipe, estos niños aprovechan sus vacaciones escolares de medio año para disfrutar de unas horas de esparcimiento en un imaginario partido de béisbol.
Un trozo de madera y un balón de plástico son sus implementos, y las angostas calles del barrio, su verde campo de los sueños.
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