En esta crisis hemos comprobado que lo que nos contaban los gobernantes acerca de sus importantes diferencias era mentira: al final todos han recurrido al intervencionismo y al dinero de los contribuyentes.
Y así como no hay diferencias sustanciales entre el Partido Popular (PP) y Partido Socialista (PSOE) en este sentido, tampoco las hay entre Zapatero y el presidente francés Sarkozy, ni entre el primer ministro inglés Brown y el presidente Bush.
Dirá usted que al menos tenemos a los medios, y que entre ellos sí mantienen las diferencias. Pues no estaría yo tan seguro. He podido leer diarios españoles como ABC que los líderes que se reunirán en Washington para refundar el capitalismo “decidieron poner fin al capitalismo salvaje que ha provocado la crisis financiera y económica más grave desde la de 1930”. Y en El Mundo leí: “Gordon Brown ha liderado una cruzada contra el lado más salvaje del capitalismo”. La expresión “capitalismo salvaje” apareció en el último año 21 veces en diario El País; mientras que en El Mundo lo hizo 37 veces; en ABC, 26; y en diario La Razón, 13.
Dirá usted que la prensa que se atreve a alejarse del pensamiento único lo que hace es utilizar la expresión capitalismo salvaje para criticar los dogmas de la izquierda. Por ejemplo, la frase aparece en muchas ocasiones en diario Libertad Digital (de hecho, en alguna de estas columnas), pero nunca es esgrimida contra la libertad, sino a favor de ella.
Esto es muy cierto, pero no quita para que de cuando en cuando podamos leer en la prensa que supuestamente no obedece al equipo progre habitual unos textos como los que traigo hoy a colación y que indican el enorme poder de la corrección política.
Si interpretamos el capitalismo salvaje de modo que tenga algún sentido, tiene que referirse a un mercado sin reglas, o donde solo prime la violencia de la llamada ley del más fuerte. A esto se refieren los políticos y los medios cuando aluden a lo mala que ha resultado la imaginada desregulación masiva. No está nada claro que tal cosa como un capitalismo sin reglas haya existido nunca o pueda en realidad existir, pero de lo que no cabe dudas es de que no es lo que existe hoy: los mercados están sumamente intervenidos y regulados en todo el mundo, especialmente el mercado donde yace el origen de la crisis, que es el del dinero. El capitalismo, ni más ni menos salvaje, no puede ser responsable de un dinero que es un monopolio público.
La negación de esta realidad, para colmo de males, no solo oculta la responsabilidad de las autoridades en la crisis económica sino que les proporciona precisamente la excusa que necesitan para recortar aún más las libertades ciudadanas, que es el horizonte hacia el que nos encaminamos, porque nadie puede creer que una “cruzada contra el lado más salvaje del capitalismo” pueda terminar con una victoria de la propiedad privada y de los contratos voluntarios.
Si los enemigos de la libertad están disfrutando inmensamente con esta crisis, lo hacen aun más cuando su retórica y sus falacias brotan de labios que deberían ser los primeros en criticarlos.
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