Urania Cecilia Molina umolina@prensa.com
A las 10:00 a.m. el culecódromo estaba repleto de personas que decidieron aprovechar al máximo el último día de la fiesta del dios Momo.
Dentro del área, ubicada en el sector de Vista Hermosa, seis carros cisterna tiraban agua sobre los sofocados cuerpos de hombres, mujeres y niños que se acercaron a participar de la fiesta.
A medida que avanzaban los minutos, las filas de personas que deseaban entrar se extendían cada vez más.
Adentro, además de agua, encontrarían a los artistas del patio, encargados de alegrar el ambiente.
Eloy Pincay, responsable del culecódromo, aseguró que a las 12:00 de mediodía –cuando el evento alcanza su máxima expresión– el número de personas que había logrado entrar era de unas 15 mil; un grupo que no alcanzarían los vendedores de cerveza, soda, agua y comida en general, cuyos puestos estaban localizados en el centro de la ruta del desfile.
LAS QUEJAS
Los vendedores, cuyos locales comerciales quedaron en el centro de la ruta del desfile, explicaron que "el negocio estuvo en las esquinas".
De acuerdo con Edilma, una de las propietarias de estos locales, la falta de una tarima o de un atractivo que permitiera a las personas quedarse en este lugar afectó las ventas.
"A nosotros nos quedó velar a las personas que se dirigían a la tarima donde estaban los artistas o iban hacia el culecódromo", dijo.
Mientras, a su lado, uno de los ayudantes trataba de convencer a las personas que se dirigían al culecódromo que le compraran un sombrero de paja.
"Traje estos sombreros para redondear las ventas", dijo y agregó que se había quedado ronco de tanto gritar para promover los sombreros, las cervezas, el agua y las sodas que vendían, pero con pocos resultados.
Edilma mostró una factura de la inversión que había realizado su hija, la dueña del negocio. En ella se podía leer la cifra de mil 500 dólares, pero según explicó no había recaudado ni el 50% de la inversión.
Otra de las quejas de Edilma estaba basada en el cambio que sufrió el precio de las cajas de cerveza. De acuerdo con lo que mostró en el contrato, el precio por caja era de $10.60, pero cuando se las entregaron el costo era de $11.00.
Pero otra de las vendedoras, de nombre Deyka, confiaba en que con el cierre de las fiestas también aumentaría el número de personas que compraría sus productos para "sacar, por lo menos, la inversión".
Los vendedores explicaron, que en el caso de la cerveza y los cigarrillos, las empresas los dieron a consignación, es decir que se paga de acuerdo con las ventas, y el producto que no se logra colocar se devuelve.
Aixa Benmer, quien ayudaba a una amiga dueña de uno de estos locales comerciales, dijo que no habían recuperado ni la mitad de lo invertido.
LA OTRA CARA
Pero no todo fue queja por los malos negocios. Vendedores ambulantes que estaban a la entrada del culecódromo explicaron que desde el primer día (sábado de Carnaval) recuperaron la inversión que habían hecho.
Un comentario similar hizo Ricardo Levy, quien junto con dos compañeros tenía un local de venta de cerveza y soda en la ruta del Carnaval.
Para él, el Carnaval fue magnífico, porque tuvieron buenas ventas y las ganancias representaron una entrada extra que mejorará sus finanzas y las de sus amigos, golpeadas por el alto costo de la vida. VEA 7A
Evangelización y protección en carnavales
Un grupo de evangélicos pertenecientes a la Iglesia Ejército de Dios, ubicada en Calle Novena de Río Abajo, decidió ayer acercarse a la ruta del Carnaval en Transístmica para evangelizar a la decenas de niños, jóvenes y adultos que se dirigían a participar del culecódromo. "Buscamos que la gracia de Dios se mueva dentro de los carnavales que no son de Dios", dijo una de las evangelizadoras. El grupo, en su mayoría mujeres, se acercó a la ruta del Carnaval con pancartas en las que invitaban a los caminantes a buscar a Dios.También entregaban "tratados" con textos de la iglesia y hubo algunas que lograron detener a varios transeúntes para que escucharan sus mensajes antes de dirigirse a las fiestas.
Mientras esto ocurría, en las áreas aledañas a la ruta del Carnaval, los lugareños intentaban proteger sus propiedades de las personas que en carros se acercaron a ver los desfiles, durante los cuatro días de fiesta.Antes de las 12:00 de mediodía la dueña de un departamento, localizado en Vista Hermosa, colocaba en la entrada de su edificio un letrero donde se podía leer: "Entrada y salida de residentes del edificio, por favor no estacionar".
Durante los cuatro días del Carnaval, los residentes de áreas aledañas a la ruta de las fiestas, en la capital, se quejaron del "irrespeto" de los conductores que se estacionaban en cualquier lugar, y del ruido.
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